30 de junio de 2008

Descubrir, acechar e interrogar

la sombra del interrogador Interrogar suele ser asociado instantáneamente con los métodos cuestionarios usados por militares y agentes gubernamentales para obtener (o extraer) información de individuos (confesiones o nombres o nada). La realidad es que interrogar puede ser un simple sinónimo de preguntar, hacer una serie de preguntas para aclarar un hecho o sus circunstancias.
Vivimos en un mundo que desborda de información, fluye a velocidades estrepitosas y en cantidades obscenamente colosales que podrían ahogar fácilmente al navegante incauto. En un mundo como este suelen ser apreciados ciertos filtros de información. Medios de comunicación que seleccionan meticulosamente dentro de un mar interminable de datos. Seleccionan y procesan. Procesan y digieren y cortan y etiquetan y empaquetan y lo vuelven a tirar al océano.
Diarios, revistas, libros, radio, televisión, sitios web (, ¿infotrans?). En este mundo de filtros salvavidas, las entrevistas suelen estar dedicadas y regidas por un muy básico y primitivo sistema de filtración. En particular me quiero referir a lo que artistas concierne. Arrojan una red en el océano que va a atrapar a todos aquellos que recientemente hayan recibido un prestigioso premio o reconocimiento. A todos aquellos que hayan estrenado una película, o una obra o publicado un nuevo libro, o que hayan sido arrestados o internados o casados. Todos aquellos de los cuales de otra forma no hablarían, a menos que hayan muerto, claro.
Es en este mundo en el que incluso publicaciones prestigiosas han caído en el uso de recursos cuestionables, como el de someter al entrevistado a preguntas sobre aquellos temas que lo van a incomodar. El entrevistador puede clamar que eso es lo que el publico quiere saber, que el es el filtro y tiene derecho a saber todo lo que quiera saber (Por ejemplo, los escabrosos detalles de su divorcio).
Por otro lado algo similar sucede cuando las entrevistas se editan a tal punto que evocan a la memoria la imagen de un ave regurgitando la comida en la boca a sus crías. Esa homogénea pasta previamente digerida que no tiene ningún carácter, ninguna individualidad, ningún desafío para la mente. En especial cuando la mayoría usan la artimaña de destacar algún pequeño fragmento de la entrevista e incluirlo en tamaño grande dentro de la misma. Incluso esta practica suele estar caracterizada con la "leve" deformación de algo que el entrevistado haya dicho de manera que forme una oración coherente. Me pregunto cual es el propósito de esto ¿Indicarle al lector lo relevante? ¿Asumir que el lector no tiene capacidad de hacer algún tipo de análisis? ¿o simplemente quiere captar su atención con un "A pesar de todo el éxito y la fama, lo que más me gusta son las albóndigas"?
Es en momentos como este en que emergemos, los interrogadores. Seres furtivos, elusivos. Criaturas perspicaces invocadas por una necesidad. Una asociación de insanos, creadores, soñadores, marginados, artesanos. Entrenados arduamente en el fino arte de formular preguntas elocuentes. Más allá de cualquier filtro, de cualquier convención categórica. Paladines temerarios que se transforman en su propia función. Descubrir, acechar e interrogar.
Preparados para darle al público no lo que quiere, sino lo que necesita. Embutidos sólidos de información (exquisitamente seleccionada) sin procesar. Fragmentos con los que se podrían atragantar, sí, pero con los que se van a nutrir y alimentar verdaderamente. Una vez saboreado se despierta el apetito y es inevitable querer más.
La imperiosa necesidad de conocer a nuestras víctimas, los que descubrimos, acechamos e interrogamos. Los buenos escritores y los buenos poetas, los que no baten tambores y los que no hachan para moler. Los cerebros, los atletas, los casos perdidos, las princesas y los criminales. Todos ellos, los ciudadanos sofisticados.
Sean ustedes bienvenidos a El Interrogador.

Y básicamente eso,
- Sam
Buenos Aires, Junio 2008

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